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viernes, 7 de agosto de 2009

Carta censurada en Laberinto

Nuevamente, después de mucho tiempo, he vuelto a ser "honrado" con la censura. Sin duda es desagradable el ser censurado, pero tiene un aspecto positivo en el que no suelen pensar los que censuran: ser censurado es muy bueno para el ego de quien lo sufre. Parece masoquista, lo sé, pero no puede dejar de pensarse: "si me censuran he de ser considerado realmente provocador, crítico, peligroso..."

Como ya se sabe, se publicó el sábado 1 de agosto de 2009, en Laberinto, suplemento cultural de Milenio Diario una carta mía denunciando la deshonestidad y racismo de la actual directora de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM y columnista de Laberinto, Rosa Beltrán, quien, además, es considerada por sus panegiristas una de las mejores escritoras mexicanas. Opinión que no comparto ( ¿o será que ahora yo soy el prejuciado y estoy realmente convencido de que tendría que ser una escritora realmente extraordinaria, con valores literarios tan grandes como para que su racismo y demás defectos que la adornan pueda olvidarse, en lugar de que fuera la pasable y correcta redactora que, a lo mucho, en realidad es?).

Y como todo mundo pudo darse cuenta, de forma totalmente inusitada el director del suplemento, José Luis Martínez S., intervino para darle un espaldarazo público a Beltrán, minimizar mis argumentos y anunciarme públicamente que el espacio de Laberinto quedaba cerrado para mí, de ahora en adelante, con el obvio propósito de impedir cualquier posibilidad mía de responder en el espacio de Laberinto a las cínicas mentiras de Beltrán contenidas en su pretendida "Aclaración".

Es seguro que Martínez recibió fuertes presiones para actuar como lo hizo. Porque... ¿qué editor con un mínimo de dignidad y respeto propio puede reconocer públicamente que su suplemento recibe y publica refritos así sea de Nexos, reconociéndose como una simple sucursal de esa revista, de la que recibe agradecida los huesos ya roídos que se sirvan arrojarle?

Por eso ingresé este 3 de agosto una carta dirigida a José Luis Martínez protestando por su parcialidad y señalándole que estaba arriesgando su prestigio personal, el de sus demás colaboradores y todo el suplemento, sólo para apoyar a Beltrán. Durante buena parte de ese lunes 3 de agosto tuve un tenso intercambio de correos con Martínez, quien primeramente pretextó una supuesta falta de espacio para no publicar la carta.

Finalmente terminó reconociendo que se trataba de una censura descarada. Claro, si mis señalamientos contra Beltrán eran mentiras, exageraciones o simple difamación, ¿para que censurar la posibilidad de que yo la volviera a exhibir, ahora mostrando que ella fingía una falsa dignidad para no responder, por ejemplo, acerca del por qué se había inventado unas declaraciones falsas de un amigo también inventado, a fin de utilizarlas en contra de la comunidad coreana?

Pero en otra entrada abundaré más acerca de los aspectos racistas de este asunto. He comprobado que muchos no han terminado de entender qué tiene de racista lo que escribió Rosa Beltrán. Eso no es extraño en un país en el que a un delincuente se le puede nombrar en los medios como El Chino, omitiendo su nombre y recalcando su origen asiático, pero en el que llamar El Judío a otro criminal sería motivo de un verdadero escándalo.

También habrá que referirse al mito de que un posgrado (en la UNAM o Harvard, el ITAM, la Universidad de Florencia o la de Colima, etcétera) vacuna en contra del prejuicio y la deshonestidad. Lo menciono porque algunos parecen creer que una académica del posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras, doctorada en Literatura Comparada en la Universidad de California, no puede actuar como una sinvergüenza, aunque esto sea comprobable.

Lamento mucho el triste papel que terminó jugando José Luis Martínez en todo esto, pero él aceptó interpretar el papel de lacayo de Rosa Beltrán.






A 1 de agosto de 2009


José Luis Martínez S
Director de Laberinto, suplemento cultural de Milenio Diario.


Sr. José Luis Martínez S.:

Agradezco la publicación el día de hoy de mi carta acerca del bochornoso asunto de Rosa Beltrán, pero lamento que al mismo tiempo me anuncie el cierre de Laberinto hacia en contra de mi persona, a fin de impedirme responder a las nuevas mentiras de Beltrán contenidas en la pseudoaclaración que se publica de ella.

También lamento que abandone usted la imparcialidad que un editor debe mantener cuando se cuestiona a uno de sus colaboradores. Incluso intenta, sin mucha convicción ni fortuna, una débil defensa de lo indefendible, arriesgando su reputación personal y el prestigio del resto de sus colaboradores y, en general, del suplemento que dirige, a fin de darle un espaldarazo a la funcionaria Beltrán.

Aprendí que en Laberinto son bienvenidos los refritos (¿o sólo se lo permite a Rosa Beltrán?); que usted no considera racista el acusar falsamente de robar gatos para comérselos a una comunidad minoritaria, residente en México; que, a diferencia de Carlos Marín, el cual considera (Manual de periodismo, 2005) que “el cronista toma la realidad como punto de referencia para interpretar los fenómenos sociales”, para Beltrán y usted un cronista es alguien con licencia para presentar declaraciones y lecturas imaginarias como reales, haciéndolas aparecer entrecomilladas.

Y que Carlos Monsiváis, Juan Villoro (quien sé que es gran amigo de Beltrán, pero también hombre honesto, en lo que me consta hasta ahora), al igual que otros cronistas, deben dejar de ser perezosos y ponerse a escribir nuevas “versiones” de sus crónicas.

Finalmente le ofrezco una disculpa, creí que había sido engañado con un refrito, pero ahora veo que los únicos engañados han sido y serán los lectores.

A fin de dejar públicamente establecida mi posición respecto a la actitud que usted adopta, le solicito la publicación de la presente en el suplemento que dirige.

Atentamente.
(firma)
Tomoo Terada

(sello de recibido)

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