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domingo, 29 de noviembre de 2020

La censura de Twitter, la compañía que encubre la incitación al suicidio




Desde el 27 de mayo de este año mi cuenta de Twitter, @Tomoo_Terada ha sido cerrada a mí.


La razón que alega Twitter es que violé sus reglas respecto a abuso y acoso con los tuits que muestro.




 

Así que aunque de forma visible no aparece como una cuenta restringida, lo que da la falsa impresión de que si no tuiteo desde el 27 de mayo es por elección propia, la cuenta está cerrada a mí aunque he comprobado que puedo recibir DM.




Me mandaron correo en inglés desde Twitter anunciándome este cierre y que además me dice "no puedes implicarte en acoso dirigido contra alguien o incitarlo. Eso incluye desear o esperar que alguien experimente  daño físico". Sería muy atendible indicación si no fuera que jamás en los tuits que señalan, ni en ningunos otros, aparezco haciendo tal cosa de lo que me acusan, como cualquiera puede comprobar. Tanto que en mi respuesta los invité a que me señalaran con precisión en dónde había incurrido en esa conducta.


Porque ¿acaso decirle a una tipeja despreciable que es una Hija de la Chingada es "desear o esperar que experimente daño físico" y es realmente más grave que lo que esa misma tipeja hizo incitando al músico Armando Vega Gil a que se matara? Incitar al suicidio no es acaso ahí sí realmente "desear o esperar que alguien experimente  daño físico": "¡Que se mate!"


Hay que recordar la historia. En marzo de 2019, en el contexto de una campaña #MeToo aparecieron varias cuentas de Twitter, cada una sectorizada (músicos, escritores, académicos...) todas con alguna excepción manejadas anónimamente y las cuales publicaban historias de abuso en las que se señalaba con nombre al presunto abusador, aunque la aplastante mayoría de los testimonios también eran anónimos. Además, se mezclaban historias de horrible abuso con quejas francamente ridículas e imprecisas.


En una de ellas, dedicada a los músicos mexicanos, apareció la "denuncia" (siempre he procurado entrecomillarlas, pues la inmensa mayoría no habrían pasado de ser chismes anónimos en internet si no les hubiera dado oxígeno el #MeToo) en contra del músico Armando Vega Gil, integrante del grupo Botellita de Jerez. La historia, anónima, la contaba una supuesta mujer que en ese momento tendría ya unos 26 años, y que cuando tenía 13 supuestamente conoció a Vega Gil, quien, supuestamente (uso mucho la palabra, pues quiero hacer consciente a quien lea que nunca hubo más que el testimonio anónimo) le habría mandado mensajes a través de MSN en  las que como hombre adulto le mandaba proposiciones a una niña de 13 años como el de enseñarle a besar. Algo importante de subrayar es que según el propio relato anónimo, Vega Gil nunca habría tocado físicamente a la entonces niña ahora mujer. Todo, supuestamente, se habría limitado a los supuestos mensajes. 


Armando Vega Gil, quien en ese momento más que dedicarse al grupo vivía esencialmente de sus ingresos escribiendo literatura infantil y juvenil y cantando para niños, profundamente afectado por la "denuncia" según testimonios de sus amigos, terminó anunciando en la madrugada del 1 de abril en una carta de suicida, que se mataría. Muchos lo descalificaron después de su muerte alegando problemas de salud mental, pero el escrito era bastante lucido en el sentido de que no tenía oportunidad alguna de limpiar su nombre en el tribunal de redes sociales. 





Además, al ser acusado sin prueba alguna de ser pederasta, le habían quitado cualquier credibilidad para escribir y cantarle a los niños. Contrario a la acusación post mortem de problemas de salud mental Vega Gil fue muy lúcido de que aunque demostrara judicialmente que era inocente, el público y los amigos lo irían abandonando por la duda que se había sembrado sobre él. Y que por eso no veía otra opción que el suicidio, pues fue enfático y claro en que su muerte no era una confesión de culpabilidad sino una radical protesta de inocencia.


Ya ahora en 2020 me "encontré" en línea a la standupera ("standuperra" según ella misma, o sea bien malota) Cynthia Híjar en Twitter, quien estaba felicitando al ahora muy conocido Hugo López Gatell, el encargado de la política de atención al Covid-19 por el gobierno federal de México, por haber llevado a su hijo a una de sus conferencias ante la prensa. No pude más que mentarle la madre y reclamarle el que el hijo de Vega Gil hubiera quedado huérfano.


Un grupo de amigas de Híjar se le unieron para burlarse e insultar, pero cuando empezaron a referirse burlonamente de forma indirecta a que ella  quería que me suicidara, arrobé a la cuenta de la policía de la Ciudad de México, la cual se hizo presente, y a partir de ese momento las referencias al suicidio cesaron.





Y aquí quiero ser claro: nunca he acusado de que Vega Gil se haya matado sólo por la incitación de Híjar o incluso la de grupo de mujeres de las que formó parte en línea. Pero que por sí mismo esa conducta es criminal y moralmente reprobable lo sostengo. Y además en contra de las políticas expresas de Twitter. Pero Twitter jamás ha actuado de alguna forma en contra de Híjar. Le ha brindado absoluta impunidad.


Híjar le reclamó que intentara chantajear al "movimiento" con el anuncio de su suicidio. Luego otra empezó a decir "que se mate", lo que secundaron Híjar y otras repitiendo lo mismo. Híjar terminaría borrando su tuit cuando se supo que Vega Gil se había matado realmente.


Y así llegamos a 2020 cuando para colmo además de cobarde y criminal la tipa buscaba quedar bien en línea con el actual "rockstar" del Covid en México, Dr. Hugo López Gatell. Por cierto que el hashtag #LordImbécil no se refería a él. Aunque mantengo mi crítica a su mal manejo de la pandemia en México.





Twitter ofreció desde el principio, hace meses, que si borro los tuits "culpables", uno de ellos el que acaban de ver, en el que le miento a Cynthia Híjar la poca madre que tiene, podía tener acceso de nuevo y de inmediato a mi cuenta. 


Eso es un vil chantaje. Borrar esos tuits implicaría aceptar la presión de Twitter para "reconocerme" culpable de lo que falsamente me acusan, e incluso borrar la prueba de su falsa acusación.


En realidad quieren imponer una falsa narrativa en que la víctima es el victimario y una tipeja enferma y sus cómplices serían pobres mujeres acosadas por mí.


Después de mentarle la madre se desató una pelea en línea en la que fue apoyada por cuatro de sus amigas. Así que lo que hubo en realidad entre yo y ellas fue un muy parejo intercambio de burlas e insultos (aún siendo yo uno contra cinco) que cayó muy mal a la influencer pseudo "feminista" Cynthia Híjar @feminasty, la tipeja despreciable y cobarde a la que me refiero, acostumbrada a la impunidad al amparo del #MeToo y lo que se pretende "feminismo".´


Incluso la reté a que finalmente presentara las pruebas supuestamente contundentes como para que asegurara, ya muerto Vega Gil y sin la posibilidad de él responderle, que era un "mártir pederasta". Porque aseguró que la denuncia no había sido anónima, sino que se había compartido de forma anónima. Pero si la cuenta de Twitter era anónima el que compartiera supuestos testimonios también anónimos lo que mostraba es que a capricho y sin ninguna responsabilidad se podía acusar a alguien como Vega Gil ya ni siquiera de haber cometido un delito, sino de tener tendencias que lo descalificaban para tratar a niños y jóvenes.


Porque la fuente de ingresos de Vega Gil eran sus conciertos y libros dirigidos al público infantil y juvenil. El mero haber sembrado la duda, sin ninguna prueba, de que él fuera un pederasta era incitar a los padres de esos niños y jóvenes a mantenerlos lejos de Armando Vega Gil aunque no hubiera una denuncia formal en su contra. Y quedara arruinado económicamente y señalado socialmente por lo que nunca tuvo más seriedad que lo que hubiera sido publicado en un pasquín de chismes. 





Creo en las relaciones de mutuo respeto entre las personas, hombres y mujeres, pero no en que alguien use y abuse de su condición de mujer para con plena impunidad insultar, amenazar, agredir sin que haya consecuencias. Así sea una mentada. Y si van a presentar como "argumento" la "misoginia" respondo que la verdadera igualdad es ser todos igualmente responsables por nuestros actos.


Estoy a disposición del Instituto de las Mujeres, la Conavim (Comisión Nacional para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres)  y cualquier grupo feminista, con o sin comillas, para que me ilustre el por qué no debo manifestar en el mismo tono y lenguaje que Híjar el enorme desprecio que le tengo y enorme asco que me provoca. 


De ninguna forma asevero, implico el que un hombre le miente la madre a una mujer sea correcto, algo de lo cual enorgullecerse, pero en este caso particular ni siquiera se trata de que yo sea un grosero o no. Quien me conoce sabe que procuro ser respetuoso con todo mundo sin pretender ser santo, falto de errores y fallas como lo hacen otros.


Pero algo que se aprende en redes sociales es que no siempre es posible el debate civilizado, que si pretendemos comportarnos muy propios quedamos en desventaja ante quienes como Híjar y pandilla usan todos sus trucos sucios.


Lo que hizo Cynthia Híjar fue absolutamente despreciable. Tanto que terminó borrando como cobarde ese tuit en el que se burla de Vega Gil y lo incita, junto con otras, a matarse. La paciencia ante el cinismo cobarde y criminal disfrazado de activismo en pro de derechos tiene un límite. Y mostrar cuán despreciable es, eso sí da orgullo.


Por eso escribí y mandé este largo correo en inglés enviado a las diferentes direcciones de correo con las que Twitter se pone en contacto con sus usuarios. Me disculpo con quienes sepan inglés por los muchos errores hacia el final del correo, pero conforme lo escribía me invadía más y más rabia ante los encubridores de Híjar. Difícil mantener la calma.





Pero para Twitter quien violó sus reglas fui yo. No Cynthia Híjar, quien participó en la incitación a Armando Vega Gil para que se matara.


 



ACTUALIZACIÓN de 11 de marzo 2021:


Recibí ayer, después de seis meses de silencio, este mensaje de Twitter que confirma la mala fe de esa gente, incluso ya hablaría de perversidad:







Hace ya más de seis meses de que falsamente Cynthia Híjar y secuaces me acusaron de abuso y acoso, dando a entender que yo habría deseado que ellas sufrieran un daño físico. Y han contado con la plena complicidad de Twitter.

Ahora Twitter cambia el cargo en mi contra a "conducta abusiva" sin precisar en qué habría consistido esta.

Y con pandemia y todo, desde hace meses podrían haber decidido pues si es tan evidente el abuso, que ni necesitan explicarlo en qué consiste, tampoco se necesitaba tanto tiempo para resolver. En realidad fue una manera de presionar y chantajear esperando que me "rindiera"y fuera yo mismo quien decidiera borrar los tuits. 

Simplemente no puedo hacerlo. Porque me rendiría al perverso encubrimiento de Twitter de la incitación a un suicidio.  

Nunca, en ningún momento he negado que le menté la madre a Híjar, despreciable y cobarde. Pero lo que evade Twitter México es que Híjar recibió esa mentada de mi parte por haber incitado a Armando Vega Gil a matarse. 

Siendo que Twitter tiene políticas muy claras contra la promoción del suicidio resulta que, muy caballerosos, no han tocado ni con el pétalo de una rosa a quien incitó uno. Le han dado absoluta impunidad. En cambio quien se atreva a manifestar  desprecio en su contra se le bloqueara la cuenta. Esto ya rebasa el abuso y se torna complicidad criminal.

Por ejemplo en uno de los tuits que se me presiona a que borre, como se habrá podido ver, exigí a Híjar que presente las pruebas para haber acusado de pederasta, y para que lo siga haciendo una vez muerto Vega Gil, quien ya no puede responderle. 

Si eso no es encubrimiento de quien incitó un suicidio sin prueba alguna más que una "denuncia", así, entre comillas, absolutamente anónima y cobarde, ¿qué es?

Considero este caso es ilustrativo de la debate que ha desatado la propuesta del senador de MORENA Ricardo Monreal Ávila para regular las redes sociales en México.

Entiendo perfectamente la desconfianza de los críticos y opositores al gobierno del presidente López Obrador, pero la actual situación no es sana ni de libre expresión. El amo es una empresa privada que conforme a sus intereses castiga a unos y a otros deja impunes. 


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Me gusta la buena conversación, sea personal o en línea, pero borraré sin contemplaciones cualquier insulto. Cuando he criticado a alguien siempre he mostrado las razones para hacerlo. Y jamás me he ocultado en el anonimato, como hacen muchos en línea.